Ano | 2020 |
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Produtora | Warner |
Lista de temas
Vieiras e Vieiros, Historias de Peregrinos
VIEIRA, ese molusco sobre el que Afrodita, hija de Chronos nacida de la espuma marina, navegó hasta las islas de Citera y Pafos, santuarios del amor y la sexualidad. ¿Cómo llegó el Pectem maximus a ser el símbolo de los peregrinos compostelanos, pero también de los romeros a Le Mont-Saint-Michel ya desde el siglo VIII, por la abundante presencia de este bivalvo en las costas bretonas y normandas? ¿Pudo existir un contagio desde aquel mundo céltico, ámbito en el que tantos santos llegaron por mar no desde Palestina, sino procedentes de Alén, hasta el contexto de Gallaecia?
Cosidas en el sombrero y capa de antaño como testigo de la estancia en el santuario del confín del Mundo, y prendidas hoy en las mochilas ya a la ida, las vieiras son el único elemento que se ha mantenido de la indumentaria del peregrino tradicional, y en el presente sigue constituyendo el emblema principal de la ruta, al lado de la contemporánea flecha amarilla creada por don Elías Valiña.
La forzada integración de la vieira en el relato jacobeo se ha hecho con el recurso a un poético milagro ocurrido en Bouzas (Matosinhos), antiguo territorio de la Maia, cuando pasando la barca milagrosa con el cuerpo del apóstol hacia el mar de Arousa e Iria, un caballero curioso se acercó a admirarla, y al salir del mar con su cabalgadura comprobó que esta se encontraba cubierta de vieiras. El protagonista del episodio, maravillosamente representado en la tabla de Giovenale de Orvieto para Santa María Aracoeli (Roma), fue denominado por Mauro Castellá Ferrer, en un anticipo cunqueiriano, como el "Cavaleiro das Vieiras".
E VIEIRO, ese camino estrecho como los que conducen a la perfección, que las carreteras siempre han sido para otros menesteres más mundanos. Senda, camino, vereda no abierta por los hombres con pico y pala, sino solamente por el uso y el paso, manía de los que siguen las huellas de los precursores, de los antepasados, de los peregrinos y también de los turigrinos, de Aimeirco a don Gaiferos, de la Rainha Santa a Nícola Albani, de Walter Starkie a Shirley McLaine, todos ellos guiados por las estrellas de la Vía Láctea, ese manto protector que algunos quieren identificar con las almas relucientes de los que ya emprendieron la definitiva derrota. Camino humilde que con el paso del tiempo llegó a hacerse más grande que la propia meta, y conforme al magisterio ya antiguo de la Iglesia Ortodoxa, acabó por llenar de sentido el propio viaje, transformando la Compostela tan solo en una disculpa para sumergirse en la aventura de la gran travesía. Magnificencia de un itinerario sagrado que se ofrece desde hace doce siglos como una oportunidad única para el aprendizaje, la convivencia, la reflexión, el tránsito hacia el misterio de nuestro propio ser y del infinito.
Los peregrinos preguntan rápidamente, a un hospitalero con las redes llenas de sabiduría, qué cosa es el Camino, y lejos de recibir largas peroratas, obtienen por única respuesta: “El Camino eres tú”. Entonces tu eres el Camino y tuya la vida, pero la Verdad hay que buscarla, con denodado esfuerzo, hasta el último suspiro.
VIEIRAS E VIEIROS, de la mano, porque no puede haber símbolos sin caminos que les den sentido, pero también porque los caminos sin un mito fundacional no dejan de ser más que fríos conductos entre dos puntos, como dijo Kundera en La Inmortalidad, una asquerosa pérdida de tiempo o, como mucho, una hermosa ruta de senderismo, y el Camino, es mucho más que un GR, convirtiéndose en una gran metáfora a la que cada cual vestirá con su banda sonora, que sin duda puede ser esta.
Antón Pombo